Día 9 - De vuelta a Reykjavik

Nuestro último día completo fue sin duda el más relajado de todas las vacaciones. Lo cierto es que no teníamos el plan muy claro. Al comenzar el viaje yo quería ir al Blue Lagoon, pero después de tantos baños y sobre todo después de estar en el Blue Lagoon del Norte) y a la vista del precio, no me importaba pasarlo por alto. La alternativa era llegar antes a Reykjavik y ver la ciudad, sobre todo porque algunos no la habíamos visto de día. Pero como tampoco hay mucho que ver, no queríamos llegar demasiado pronto, la verdad.

Al final, tras la larga jornada del día anterior, decidimos tomarnos las cosas con calma. Nos levantamos a la 9:30 porque teníamos que dejar las habitaciones libres para las 10, pero desayunamos tranquilamente en una mesita exterior del albergue. Nos pusimos las botas con el desayuno y nos bañamos un rato en la minipiscina caliente del albergue, pero no en la del día anterior (que estaba vacía), sino en otra que tenía menos vistas. De hecho nos dimos cuenta de que el baño nocturno de la noche anterior no fue muy legal, pero ¡¡¡que nos quiten lo bailao!!! El agua caliente reblandeció nuestras cansadas neuronas y decidimos meternos todos en las frías aguas del fiordo. El baño fue corto pero no tan frío como esperábamos (Anita no quería salir de lo bien que se encontraba). Lo que más ilusión nos hizo fue darnos cuenta de que ¡¡¡ya podemos decir que nos hemos bañado en el Océano Glaciar Ártico!!! Eso sí, después de la foto de rigor nos fuimos corriendo a la piscina de agua caliente, doblemente caliente tras el paso de nuestros cuerpos por el agua marina.


Entre bañarnos, tumbarnos en la hierba, grabar algunas escenas para el vídeo, tirar piedras como los niños de pueblo, hablar con un solitario ciclista australiano, etc. se nos pasó la mañana. La mujer del albergue y su hija pasaban de vez en cuando y nos saludaban sonrientes, no sé si lo hacían contentas de que les alegráramos la mañana (pusimos por fin el disco de Gonzalo en el reproductor del albergue) o pensando "a ver cuando se van estos locos españoles". Estábamos tan a gusto que terminamos cocinando algunos de nuestros restos de comida en el albergue y ya, por fin, nos fuimos de allí dejando algo de comida al australiano.


Llegamos a Reykjavik a media tarde, con tiempo suficiente para dar una vuelta por la ciudad y comprar algún regalillo más en las tiendas de la calle principal, abiertas pese a ser domingo. También pudimos conocer un poquito el ambiente de la capital, escuchando algo de hip hop en un plaza un poco destartalada y con algún graffitero decorando una de las paredes. También escuchamos algo de música en directo en un bar. En general me gustó el ambiente musical, en la línea de muchos países del norte de Europa en los que el mal tiempo no quita para que la cultura musical esté más presente en la calle que en muchas partes de España. Aunque a alguno no le gustara el hip hop...



Después de cenar unas hamburguesas en una terraza (en cuanto dejó de darnos el sol, nos arrepentimos de cenar en el exterior, que la noche islandesa es un poco fresca), entramos en Harpa, el moderno auditorio de la ciudad. El interior del edificio nos gustó mucho, así que si os interesa mínimamente la arquitectura, no os lo perdáis. Finalmente nos dimos un corto paseo por la zona de la bahía y nos dirigimos al hotel, que al día siguiente teníamos que madrugar para ir al aeropuerto.



Alojamiento: Hotel Flóki
Precio: unos 32€/persona (desayuno incluido)
Valoración: Las camas eran muy buenas, había nevera en la habitación y el baño era compartido con los demás huéspedes. Cerca del centro. El desayuno no lo probamos. En general, quedamos satisfechos con el sitio, por encima de nuestro presupuesto, pero es que Reykjavik es más caro y justo ese fin de semana había muy poca disponibilidad (agosto, fiesta del comercio, semana del orgullo gay...)

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