Día 5 - Egilsstaðir, Detifoss, Húsavik

Cuando nos despertamos el día estaba muy luminoso. Fuera de la cabaña teníamos una mesita de madera en la que pegaba el sol mañanero, así que decidimos desayunar al aire libre: tostadas, café, leche, galletas... ¡qué a gusto!

Recogemos todo y nos pusimos en marcha, aunque la primera parada llegaba enseguida, después de repostar, para satisfacer una de las necesidades básicas de todo buen turista actual: hacer fotos. El problema que teníamos es que necesitábamos un ordenador para vaciar la tarjeta de memoria de la cámara de Gonzalo (la buena), transfiriéndolas a un memoria usb. Preguntamos en la oficina de turismo de Egilsstaðir dónde podíamos hacerlos, y nos enviaron a un café al otro lado del río. El ordenador del lugar era más lento que el caballo del malo, pero nos permitió disfrutar del curioso lugar: un café-biblioteca en el pudimos escuchar a una chica cantar en directo a las 12 de la mañana, que nos hizo más agradable la espera.

Con la tarjeta de memoria lista para ser llenada de nuevo, salimos rumbo a Detifoss. Para llegar a esta cascada hay que abandonar la N1, cogiendo la "carretera" sin asfaltar 864. El coche se deja en un aparcamiento muy próximo a la cascada. El camino descendente que conduce a ella permite contemplar unas vistas fantásticas del cañón que ha creado el río Jökulsá á Fjöllum. Detifoss es realmente impresionante, aunque por la perspectiva que se tiene para observar el salto de agua no es la mejor. Está ubicada en una zona desoladora, sin vegetación alguna (más allá del musgo que crece en las paredes, gracias al agua pulverizada que envuelve la zona), lo que resulta más impactante si cabe.


Toda esa cantidad de agua (es la cascada más caudalosa de Europa) proviene del Vatnajökull, pero transcurre por un campo de ropa volcánica de color gris, en la zona con menos precipitaciones de Islandia. La erosión fluvial conlleva que el agua del río tenga un inquietante color gris, lo que sumado a todo lo anterior produce la impresión de encontrarte en un mundo diferente. Días más tarde comprobamos que Ridley Scott tuvo la misma sensación y utilizó este lugar para filmar la secuencia inicial de Prometheus.


A unos 15 minutos río arriba, pudimos ver otra cascada, Selfoss. Ésta tiene una caída mucho menor pero una la erosión del cauce es bastante más curiosa, ya que a pesar de que el río es igual de ancho la caída está repartida a lo largo de una línea mucho más larga. Para los más perezosos: ni lo dudéis, que por unos pocos minutillos de paseo os perderíais algo que merece mucho la pena (aunque penséis que es oyras cascada más). El entorno es idéntico a la anterior, pero cuando nosotros estuvimos se podían ver unas curiosas formaciones en la zona rocosa/arenosa del cauce por la que nos movíamos que a mí me recordaron a mapas topográficos.



Después de comer unos sandwiches en el merendero del parking (a una hora bastante tardía incluso para los estándares españoles), pusimos rumbo a Húsavik. Anque aún hicimos una breve parada a poco más de un kilómetro del párking, desde donde vimos otra cascada y se tenía una buena panorámica del cañón.



Ya no nos detuvimos hasta Húsavik, salvo una breve parada junto a la carretera para descansar y echar un vistazo al océano, conscientes de que era lo más al norte que habíamos estado ninguno hasta el momento. Como algo curioso, desde la carretera vimos en un par de ocasiones multitud de troncos varados en las playas de la zona, que la guía indicaba que llegaban flotando desde Canadá. Se podría decir que los islandeses tienen casi más madera en la playa que en sus bosques... :)

Por fin, llegamos a Húsavik sobre las ocho de la tarde y, después de asegurarnos de que el albergue estaba abierto hasta las 00:00, decidimos quedarnos a cenar en el pueblo. Con su pintoresca iglesia de estilo islandés y su coqueto puerto, es posiblemente el pueblo más bonito que vimos en toda nuestra estancia en Islandia. Merece la pena verlo, sinceramente.



Nosotros nos llevamos un gran recuerdo tanto del pueblo como, sobre todo, de la gran cena que tuvimos en el restaurante Gauli Baukur, situado en el muelle. Cenamos un pescado riquísimo en la parte superior del restaurante, con vistas al puerto, por un precio bastante asequible. Para mí, la mejor comida/cena que tuvimos en Islandia (que falta nos hacía después de tanto embutido español y comida rápida...). Eso sí, tuvimos que esperar media hora porque el local estaba a reventar.


Tras la cena nos fuimos al albergue a descansar. O al menos a intentarlo, porque no iba a ser tan fácil como hasta ahora...


Alojamiento: Heidarbaer
Precio: 16 € persona
Caracteristicas: Las habitaciones estaban en un gran salón de actos de un colegio. Estaban separadas por "tabiques" de pladur que no llegaban al techo, así que se oía todo. Tiene cocina independiente, pero el "comedor" está en el mismo cuarto de dormir, por lo que no puedes cenar tarde porque molestas a la gente (ni desayunar pronto). Tambien tiene un bar-restaurante que está muy bien y tiene una piscina de agua caliente muy apetecible.
Depende con quien te toque en el albergue la cosa cambia mucho. Tuvimos algunos problemas con algún grupo de gente, ya que encendian la luz a las 7:00 de la mañana y nosotros llevábamos otro horario.
En definitiva: piscina y precio, muy bien; situación y restaurante, bien. El tema de dormir... horrible.

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