¡¡¡Por fin llegó el ansiado día de irnos de vacaciones!!!
La
llegada a la capital islandesa la realizamos de manera escalonada, ya
que los siete integrantes de la expedición llegábamos de tres
procedencias distintas. Gonzalo, Cris, David y Marta salieron los
primeros de Pamplona en coche. Cogieron un vuelo en Bilbao con escala en
Londres -el día de la inauguración de los Juegos Olímpicos- para
aterrizar a media tarde en el aeropuerto de Keflavik. Allí cambiaron
algo de dinero (100€, por una 14.400 Kr) y cogieron uno de los servicios
de bus que por 2.000 Kr por cabeza les llevó al hostal. Después se
dieron un paseo por el centro de la capital (como es pequeña se tuvieron
que dar el mismo paseo varias veces), cenaron un par de perritos
calientes y se marcharon al hostal a descansar.
Mientras
tanto, Ana cogía varios trenes para llegar desde Lyon al aeropuerto de
Bruselas y los Enriques nos dirigíamos al aeropuerto de Schipol, en
Amsterdam. Durante el vuelo pudimos disfrutar de unas vistas increíbles
sobre la costa y los glaciares islandeses, además de ver salir el sol
por el oeste por primera vez en nuestra vida. Ya en el aeropuerto, nos
juntamos con Ana en las cintas de recogida de equipaje. El aeropuerto de
Keflavik es muy pequeño, pero estaba abarrotado de gente, en su mayoría
turistas como nosotros, a pesar de ser ya medianoche.
Tras
coger las maletas, sacamos en una máquina nuestro billete de autobús
por unas 1.800 Kr que nos dejaría en la estación BSI de autobuses de
Reykjavik. Existía la opción de pagar algo más por el billete (hasta un
total de 2.200 Kr) para que te llevara al alojamiento, pero decidimos no
hacerlo para ahorrar. Cuando nos bajamos del autobús tuve la impresión
de encontrarme en el aparcamiento de un hipermercado de extrarradio, más
que en una estación de autobuses. Con la incertidumbre de hacia dónde
ir porque no era lo que esperaba, acabamos metidos (no sé muy bien cómo)
en una de las furgonetas que repartían a los viajeros pero que no iba
por nuestra zona. Aunque el conductor se enfadó con nosotros por el
malentendido, al final nos quiso llevar al alojamiento, pero nos dejó en
un lugar equivocado. Por suerte, no nos costó demasiado ubicarnos en el
mapa: arrastramos cansados nuestras maletas (era ya la una y pico de la
madrugada), subimos cuestas, pasamos por la iglesia y por la calle
principal antes de llegar al hostal casi a las 2 de la madrugada.
Gonzalo nos esperaba (dormido) para abrirnos la puerta (la recepción
estaba cerrada a esas horas). Caímos rendidos, pues no en vano para
nosotros eran las 4 de la "madrugá", aunque la noche islandesa sugiriera
otra cosa:
Alojamiento: Guesthouse 101
Precio: unos 30€/persona (desayuno incluido)
Valoración: alojamiento correcto, camas cómodas (algunas con litera), céntrico. Un pelín ruidoso por el tráfico nocturno.
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