Esta excursión ya la teníamos planificada y reservada desde
España, ya que suponía todo un día y no nos queríamos arriesgar a no tener
sitio. Nos levantamos a las 6:30 en el albergue de Myvatn y cogimos ropa de abrigo, ya que íbamos a estar a más de mil metros de altura (al final no nos hizo falta y la dejamos en el bus, pero lo normal es que sea imprescindible). Teníamos que estar
a las 8:00 en Reykjahlið (en el aparcamiento donde están el supermercado,
la gasolinera y la oficina de turismo) para coger el autobús 4X4 que nos
llevaría de excursión. A pesar de que hay que cruzar rios y tramos complicados,
la verdad es que el viaje fue muy cómodo. En un principio nos daba bastante
pereza, ya que la excursión es de entre 11 y 12 horas en autobús, pero después
de hacerla, creemos que realmente merece la pena. El pago de la excursión (unos 120€) se hace en el propio autobús, estando ya en mitad de la más absoluta desolación. Pero, a pesar de ello, lo puedes pagar con tarjeta (aunque la cobertura del cacharrito iba y venía).
Vas con una guía que en inglés, te va comentando muchas curiosidades no sólo de
la zona, sino que también algunas cosas de los islandeses y de su cultura. Nada
más comenzar, nos encontramos una oveja muerta en la carretera. El autobús
paró, dio marcha atrás en plena “autopista 1”, la guía se bajó para mirar el número de
identificación del animal y llamar a su dueño. Nos comentó que es normal cuando
un islandés ve una oveja muerta que avise al ganadero para comunicarle la mala
noticia. Los ganaderos dejan las ovejas libres en verano y os encontraréis con
muchas en la carretera en vuestro viaje. En las carreteras más concurridas
son muy rápidas para apartarse, pero en las menos transitadas hay que tener un
poco de cuidado, sobre todo si hay niebla. Las ovejas siempre van de 3 en 3, la
madre con sus dos hijos. Si ves un grupo más numeroso, seguramente sean
carneros.
Cuesta 4 horas llegar hasta Askja, pero mientras tanto vas haciendo paradas en
puntos interesantes. El paisaje es completamente desértico, de aspecto lunar debido
a la lava, en la que no crece vegetación. Sin embargo, la zona la atraviesan
diversos ríos (algunos muy caudaloso, como el que más adelante forma la cascada
de Detifoss) alimentados por el deshielo de los glaciares.
La primera parada fue en una cascada, pequeña pero bonita. Nos recomendaron
beber agua directamente del río y lo hicimos: el agua estaba limpísima y muy
fresquita. También nos detuvimos en otra zona en la que pudimos admirar una
cascada bastante mayor, así como el cañón que formaba el curso del río. Y la
verdad es que el sitio era impresionante, sobre todo por el lugar donde nos
encontrábamos, en mitad del desierto.
Los astronautas del programa Apolo de la NASA visitaron esta zona de Askja antes
de ir a la Luna para conocer lo que les esperaba allí. La cierto es que el
paisaje es completamente lunar: arena gris, piedra pómez (capaz de flotar en el
agua),… Es desolador, pero sumamente atractivo.
También estuvimos en una especie de oasis en mitad del desierto, donde hay un
pequeño refugio y una zona de acampada con varias tiendas de campaña. Según nos
contaron, hace unos 250 años un presunto delincuente se escapó de la cárcel de
una localidad del entorno de Mývatn y pasó los ocho meses del duro invierno
islandés en este lugar. Sobrevivió, metido en una oquedad de 2 metros cuadrados
en el suelo de piedra bajo la que transcurre una pequeña corriente de agua,
comiendo un tipo de plantas y gracias a la carne de dos caballos que robó en su
huida. Cuando acabó el invierno, regreso a la civilización en busca de su mujer
y huyeron a otro lugar algo menos inhóspito.
Tras cuatro horas de viaje, por fin llegamos a Askja. Es una gran caldera,
provocada por una explosión hace muchos siglos, en la que a su vez hay otra
caldera por otra erupción de no hace tanto tiempo, que esta llena de agua,
formando un gran lago. Y junto a éste, hay otro laguito mucho más pequeño, pero
también metido en un cráter, que conserva su agua a unos 22 ºC, lo que lo hace
bastante agradable para el baño. Queda muy bonito el contraste entre un lago
gigante azul y otro más pequeñito y amarillento.
Nos dieron 3 horas libres para estar por allí: tienes que calcular 30 min de
ida y 30 min de vuelta para llegar a la caldera. Si te quieres bañar en el
laguito, has de tener en cuenta que la bajada al cráter es algo complicada
(sobre todo si llueve) pero, ¡¡¡cuánta gente puede decir que se ha bañado en el
cráter de un volcán!!!! Eso sí, tened presente que ésta es el agua con peor
olor que hay en Islandia. Huele a una mezcla entre azufre y pólvora. El olor se
te queda pegado en la piel, en el bañador y también en la ropa que te pones
después del baño. Ha pasado ya casi un mes del viaje y, después de muchas
lavadoras, la ropa sigue oliendo un poquito, pero el bañador se va quedar con
ese olor ¡¡¡para siempre!!! ¡¡¡Un recuerdo para toda la vida!!!
A la vuelta, la última parada relevante la hicimos en la base de la caldera,
para dar un corto paseo a lo largo de una garganta y del arroyo que la ha esculpido,
para encontrarnos al final con una pequeña cascadita. Es bonito, pero quizá no
lo apreciamos en su justa medida, porque vamos a ver pocas cosas en Islandia
que nos sorprendan tanto como lo que ya hemos visto.
A las 19:30 estábamos de nuevo en el aparcamiento, cansados pero satisfechos.
Fuimos al albergue y nos pegamos un buen baño en su piscina caliente. En todas
partes te recuerdan que debes ducharte muy bien con jabón y sin bañador antes
de meterte en una piscina islandesa. No usan cloro y ven muy importante la
higiene. Si no os ven duchados, amablemente os dirán que lo hagáis.
Cenamos en el albergue, unas riquísimas hamburguesas de reno (carne un poco más
fuerte que la de ternera), acompañadas de unas cervecitas Tudor (danesa) y
Viking (islandesa).
Después de una partidita al trivial en el hall/salón del albergue, nos fuimos a
la cama. Al día siguiente ya seguiríamos nuestro viaje.
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