Día 7 - Excursión Askja (las tierras altas)


Esta excursión ya la teníamos planificada y reservada desde España, ya que suponía todo un día y no nos queríamos arriesgar a no tener sitio. Nos levantamos a las 6:30 en el albergue de Myvatn y cogimos ropa de abrigo, ya que íbamos a estar a más de mil metros de altura (al final no nos hizo falta y la dejamos en el bus, pero lo normal es que sea imprescindible). Teníamos que estar a las 8:00 en Reykjahlið (en el aparcamiento donde están el supermercado, la gasolinera y la oficina de turismo) para coger el autobús 4X4 que nos llevaría de excursión. A pesar de que hay que cruzar rios y tramos complicados, la verdad es que el viaje fue muy cómodo. En un principio nos daba bastante pereza, ya que la excursión es de entre 11 y 12 horas en autobús, pero después de hacerla, creemos que realmente merece la pena. El pago de la excursión (unos 120€) se hace en el propio autobús, estando ya en mitad de la más absoluta desolación. Pero, a pesar de ello, lo puedes pagar con tarjeta (aunque la cobertura del cacharrito iba y venía).


Vas con una guía que en inglés, te va comentando muchas curiosidades no sólo de la zona, sino que también algunas cosas de los islandeses y de su cultura. Nada más comenzar, nos encontramos una oveja muerta en la carretera. El autobús paró, dio marcha atrás en plena “autopista 1”, la guía se bajó para mirar el número de identificación del animal y llamar a su dueño. Nos comentó que es normal cuando un islandés ve una oveja muerta que avise al ganadero para comunicarle la mala noticia. Los ganaderos dejan las ovejas libres en verano y os encontraréis con muchas en la carretera en vuestro viaje. En las carreteras más concurridas son muy rápidas para apartarse, pero en las menos transitadas hay que tener un poco de cuidado, sobre todo si hay niebla. Las ovejas siempre van de 3 en 3, la madre con sus dos hijos. Si ves un grupo más numeroso, seguramente sean carneros.

Cuesta 4 horas llegar hasta Askja, pero mientras tanto vas haciendo paradas en puntos interesantes. El paisaje es completamente desértico, de aspecto lunar debido a la lava, en la que no crece vegetación. Sin embargo, la zona la atraviesan diversos ríos (algunos muy caudaloso, como el que más adelante forma la cascada de Detifoss) alimentados por el deshielo de los glaciares.



La primera parada fue en una cascada, pequeña pero bonita. Nos recomendaron beber agua directamente del río y lo hicimos: el agua estaba limpísima y muy fresquita. También nos detuvimos en otra zona en la que pudimos admirar una cascada bastante mayor, así como el cañón que formaba el curso del río. Y la verdad es que el sitio era impresionante, sobre todo por el lugar donde nos encontrábamos, en mitad del desierto.
Los astronautas del programa Apolo de la NASA visitaron esta zona de Askja antes de ir a la Luna para conocer lo que les esperaba allí. La cierto es que el paisaje es completamente lunar: arena gris, piedra pómez (capaz de flotar en el agua),… Es desolador, pero sumamente atractivo.



También estuvimos en una especie de oasis en mitad del desierto, donde hay un pequeño refugio y una zona de acampada con varias tiendas de campaña. Según nos contaron, hace unos 250 años un presunto delincuente se escapó de la cárcel de una localidad del entorno de Mývatn y pasó los ocho meses del duro invierno islandés en este lugar. Sobrevivió, metido en una oquedad de 2 metros cuadrados en el suelo de piedra bajo la que transcurre una pequeña corriente de agua, comiendo un tipo de plantas y gracias a la carne de dos caballos que robó en su huida. Cuando acabó el invierno, regreso a la civilización en busca de su mujer y huyeron a otro lugar algo menos inhóspito.


Tras cuatro horas de viaje, por fin llegamos a Askja. Es una gran caldera, provocada por una explosión hace muchos siglos, en la que a su vez hay otra caldera por otra erupción de no hace tanto tiempo, que esta llena de agua, formando un gran lago. Y junto a éste, hay otro laguito mucho más pequeño, pero también metido en un cráter, que conserva su agua a unos 22 ºC, lo que lo hace bastante agradable para el baño. Queda muy bonito el contraste entre un lago gigante azul y otro más pequeñito y amarillento.


Nos dieron 3 horas libres para estar por allí: tienes que calcular 30 min de ida y 30 min de vuelta para llegar a la caldera. Si te quieres bañar en el laguito, has de tener en cuenta que la bajada al cráter es algo complicada (sobre todo si llueve) pero, ¡¡¡cuánta gente puede decir que se ha bañado en el cráter de un volcán!!!! Eso sí, tened presente que ésta es el agua con peor olor que hay en Islandia. Huele a una mezcla entre azufre y pólvora. El olor se te queda pegado en la piel, en el bañador y también en la ropa que te pones después del baño. Ha pasado ya casi un mes del viaje y, después de muchas lavadoras, la ropa sigue oliendo un poquito, pero el bañador se va quedar con ese olor ¡¡¡para siempre!!! ¡¡¡Un recuerdo para toda la vida!!!


A la vuelta, la última parada relevante la hicimos en la base de la caldera, para dar un corto paseo a lo largo de una garganta y del arroyo que la ha esculpido, para encontrarnos al final con una pequeña cascadita. Es bonito, pero quizá no lo apreciamos en su justa medida, porque vamos a ver pocas cosas en Islandia que nos sorprendan tanto como lo que ya hemos visto.


A las 19:30 estábamos de nuevo en el aparcamiento, cansados pero satisfechos. Fuimos al albergue y nos pegamos un buen baño en su piscina caliente. En todas partes te recuerdan que debes ducharte muy bien con jabón y sin bañador antes de meterte en una piscina islandesa. No usan cloro y ven muy importante la higiene. Si no os ven duchados, amablemente os dirán que lo hagáis.

Cenamos en el albergue, unas riquísimas hamburguesas de reno (carne un poco más fuerte que la de ternera), acompañadas de unas cervecitas Tudor (danesa) y Viking (islandesa).
Después de una partidita al trivial en el hall/salón del albergue, nos fuimos a la cama. Al día siguiente ya seguiríamos nuestro viaje.

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