El primer día en Islandia comenzó de manera relajada, con un
buen desayuno en el hotel que sirvió además para que nos juntáramos
todos por primera vez. Tras llenar el estómago, nos dividimos en dos
grupos: unos fuimos a recoger el coche de alquiler y los demás, a hacer
la compra al súper para recopilar las primeras provisiones. Bueno,
realmente ya llevábamos encima 7 kilos de jamón, chorizo, queso, lomo
ibérico,... a los que sumamos pan de molde, pasta, arroz, atún, salsa de
tomate,... y algunas otras cosas que nos iríamos comiendo a lo largo
del viaje.
Nuestra agencia de alquiler de automóviles
(Citycar) estaba, casualmente en el mismo edificio que nuestro hostal.
Sinceramente, no podemos decir maravillas de ellos: primero, porque
nuestra furgoneta no estaba allí (tuvimos que esperar media hora);
segundo, no aceptaban tarjeta de débito (por temas de los seguros,
aunque al final el pago lo hicimos con una de débito después de dejar
los datos de otra de crédito); y para colmo tuvimos un pinchazo y la
rudea de repuesto era de invierno, pero eso os lo contaremos más tarde.
Pero bueno, lo cierto es que en cuanto estuvimos montados en la
furgoneta (lo que entre unas cosas y otras nos llevó media mañana)
salimos pitando de Reykjavik. Y como la furgoneta tampoco tenía
reproductor de CD (de USB ni hablamos), no pudimos escuchar la banda
sonora que nos había preparado Gonzalo para el viaje. No os podéis ni
imaginar la guerra que nos dio con el asunto :)
La primera parada del día fue el parque de Þhinvellir,
Patrimonio de la Humanidad, que a mí me hacía especial ilusión visitar:
es una de las zonas en las que se separan las placas tectónicas
euroasiática y norteamericana, además del lugar en el que se reunían los
jefes de las tribus islandesas para establecer leyes, emitir juicios,
etc. a partir del año 1000. Vamos, un lugar que reunía naturaleza e
Historia. La verdad es que es un lugar impresionante, con muchos
turistas eso sí. A mí me decepcionó un poquitín (no sé que me esperaba
yo de la separación de las placas, el cañón del Colorado tal vez), pero
sin duda es un lugar imprescindible en un primer viaje por Islandia. No
os perdáis una pequeña cascada que hay a unos 20 minutos andando del
centro de recepción. No es tan impresionante como otras que vimos
después, pero era la primera y nos gustó mucho el entorno.
Casualidades
de la vida, esta foto nos la hizo un compañero de trabajo en Madrid que
me encontré en este lugar viajando con su familia y a quien vimos en
todos los sitios turísticos durante este día.
Después de ver Þhinvellir,
cogimos el coche y nos dirigimos a nuestro próximo destino: Geysir,
aunque con la intención de encontrar algún sitio por el camino donde
parar a comer. Finalmente, el sitio improvisado fue Laugarvatn, donde
nos hicimos unos estupendos sandwiches de jamón/chorizo/queso y
degustamos nuestros primeros yogures islandés: uno de fresa, que no
estaba mal, y otro de chocolate y plátano, que sabía a vómito. Y no exagero nada:
todos estuvimos de acuerdo en que ése, y no otro, era el regustillo final que dejaba el
yogur.
Como podéis ver en la foto de abajo, el sitio era muy bonito: un
césped cerca del lago, con vistas a un volcán nevado al fondo y al lado
de unas piscinas termales. Estuvimos tentados de entrar a probarlas,
pero nos quedaba mucho por hacer así que pospusimos el primer baño.
Tras
intimar con unos islandeses que me pidieron hacerme una foto con ellos
simulando una orgía para algún tipo de concurso (esto fue la excepción,
no os vayáis a pensar, ¡¡¡de normal se hacen de rogar mucho más!!!), nos
dirigimos a ver el famoso Geysir. Posiblemente habréis leído por ahí
que este géiser se produce cada 5 minutos y alcanza una altura de unos
30 metros. Y así es, bastante regular y desde luego que muy
impresionante. Nosotros estuvimos por la zona como una hora y pico, así
que debimos de ver más de veinte chorros. Y si por mí fuera allí
seguiría, aguantando los nervios en la tensa espera, los amagos, la
preciosa burbuja inicial de un intenso azul celeste, el sonoro chorro y
el ruido del agua que engulle de nuevo el agujero. Y vuelta a empezar.
Aquí no hay foto ni vídeo que valga: ¡hay que ir a verlo! Pero bueno, os
dejo una buena foto para ilustrar la emoción del momento:
Con
gran pena nos tuvimos que ir de allí, porque nos quedaba latercera y
última atracción del llamado círculo de oro, y queríamos tener buena luz
para disfrutarlo. Y menos mal que lo hicimos, porque los dos tramos de
la cascada de Gullfoss son si cabe más impresionantes contemplados bajo
la luz del sol vespertino, ya que a la contundencia de la cascada y la
belleza del lugar se une el arcoiris formado gracias al agua pulverizada
por la violencia de la caída. El sitio es nuevamente espectacular y con
tales elementos se prestaba a hacer miles de fotos de parejitas
felices, como así fue. Para no avergonzar a ninguna, pondré la única que
hicimos de grupo :)
Como
ya no nos quedaba nada por hacer, estuvimos haciendo fotos, vídeos o
simplemente admirando la fuerza de la naturaleza. Hasta que nos dimos
cuenta de que se hacía tarde y teníamos que encontrar nuestra cama del
día y buscar un sitio donde cenar. Así que pusimos dirección a Selfoss,
hicimos el check-in en la guesthouse que teníamos reservada en los
alrededores y acabamos en el único sitio que encontramos abierto a las
22: el Domino's pizza. La verdad es que tampoco nos importó, porque
estaba tirado de precio, pero aprendimos a la fuerza que si quieres
cenar en un restaurante en Islandia, no hay que confiarse. La luz solar
dura mucho, ¡pero las cocinas cierran pronto!
Alojamiento: Hjardarból Guesthouse
Precio: unos 34€/persona (desayuno incluido ¡¡¡y qué desayuno!!!)
Valoración:
fue el alojamiento más caro del viaje, pero lo vale. Posiblemente la
cama más cómoda de nuestra vida y el desayuno era bastante variado y con
muchos productos típicos islandeses.
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